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El tercer camino

Resulta paradójico que los términos (capitalista, socialista) que dan forma a este planteamiento se deriven en calificativos que asumen desprestigiar al otro, sin advertir que la colaboración entre ambos sería lo más cercano a cimentar una comunidad justa, libre y equitativa.

Martín Murguía

Publicado: 2021-06-09
Siendo las 03:21 de la madrugada del martes, momento en que comienzo a redactar este texto, aún no se tiene en claro al ganador de las elecciones presidenciales del Perú. Un país partido, una nación heterogénea, un territorio agrietado dilata la espera. Y la misma lágrima acaricia el mismo rostro, una y otra vez desde hace décadas. La sociedad desigual nunca fue igual, los ciudadanos disconformes nunca se conformaron. Los pocos privilegiados continuaron asumiendo de que “el pobre es pobre porque quiere”. La respuesta: sí, en un capitalismo social de mercado; no, en el Perú. Es solo tinta que se escurre entre las hojas de nuestra Constitución que, en el plano económico, afirma enmarcarse bajo aquel concepto. Dicho modelo, sistema, estrategia, como prefiera llamársele, es denominado por muchos autores como “el tercer camino” o “la tercera vía”. Tan sencillo desmenuzar qué es lo que esconde detrás de él, pues su propio nombre lo dice. Compuesto por la combinación entre capitalismo y socialismo, propone una economía de libre empresa regulada por el Estado, quien evitando conductas mercantilistas equipara crecimiento económico con desarrollo social. Resulta paradójico que los términos (capitalista, socialista) que dan forma a este planteamiento se deriven en calificativos que asumen desprestigiar al otro, sin advertir que la colaboración entre ambos sería lo más cercano a cimentar una comunidad justa, libre y equitativa. Si bien la polarización ha llevado a definirnos entre ricos y pobres, entre agradecidos y resentidos, entre gringos y cholos, es imposible negar la capacidad inherente del ser humano que busca el bienestar para con el prójimo. Nacemos sin malicia, pero como supuso el filosofo francés, Jean Paul Sartre, al final “el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Ciertamente, el ser humano actúa muchas veces bajo el miedo, pánico, terror; elementos que el domingo pasado mermaron sobre gran parte de peruanos al conducir su voto. Ahora bien, lo hecho, hecho está. No obstante, si comenzamos a dejar de lado a estos limitadores, caemos en cuenta de que, como nación y seres humanos, compartimos muchos de los ideales económicos y sociales. Acaso, ¿no todos queremos ser más ricos que ayer?, ¿no todos queremos recibir una buena educación?, ¿gozar de un adecuado sistema de salud?, ¿proteger el medio ambiente?, ¿erradicar la delincuencia, la corrupción?, ¿etc., etc.? Hoy por hoy, nuestras urnas cargan con el ácido úrico, que reventará esa gota inflamada si los cambios no se hacen para todos y entre todos. Ya no hay tiempo para remedios antinflamatorios, ni cremas, ni inyecciones. El próximo presidente deberá de entender que el capitalismo, como tal no funciona; el socialismo, tampoco; el comunismo, mucho menos. Puede sonar cliché, pero todo en exceso es malo. Ahora comprendo, todavía más, por qué el capitalismo social de mercado es fuente de las sociedades líderes del mundo. Ahora, tengo incluso más claro, por qué no todo tiene que ser blanco o negro. Recuerdo que las pinturas más hermosas contrastaron múltiples colores. Perú, así como uno de los religiosos más queridos de toda tu historia, te tocará juntar al perro, gato y ratón, para que juntos puedan alimentarse de esta patria, tan juntos que se olviden quién es el perro, quién fue el gato y quién ratón.

Escrito por

Martín Murguía

Activista político


Publicado en

EL BIGOTE DE AUGUSTO

Columna de opinión sobre política.